Una biodiversidad en retroceso
El verano de 2025 será recordado como uno de los más devastadores para el medioambiente en España. Más de 300.000 hectáreas quedaron reducidas a cenizas a causa de los incendios forestales. Con ellas desaparecieron hábitats enteros, especies locales y gran parte del equilibrio ecológico que sostiene a los ecosistemas.
La pérdida de biodiversidad ya no es un problema distante ni exclusivo de los científicos. Afecta directamente a nuestra vida diaria: desde la polinización de los cultivos que nos alimentan hasta la calidad del aire que respiramos, pasando por la salud de los suelos y el agua que consumimos. De ahí surge la gran pregunta: ¿cómo medir lo que se pierde y, sobre todo, cómo preservar lo que aún queda?
Métodos tradicionales: útiles, pero limitados
Durante años, los estudios de biodiversidad han dependido de la captura de especies, la observación directa en el campo o la instalación de cámaras y trampas. Aunque estas técnicas han permitido avances significativos, también presentan desventajas. Son costosas, invasivas y lentas, y muchas veces no logran detectar especies raras, muy pequeñas o especialmente esquivas.
En un contexto de emergencia ambiental, donde cada minuto cuenta, la sociedad necesita herramientas más rápidas, sensibles y accesibles que permitan tener una visión real y completa de lo que está ocurriendo en los ecosistemas.
La revolución del ADN ambiental (e-DNA)
La ciencia ofrece hoy una alternativa que está cambiando las reglas del juego. Se trata del análisis de ADN ambiental (e-DNA), una técnica innovadora que SGS desarrolla en su Global Biosciences Center de Lisboa.
El concepto es tan sencillo como poderoso: todo ser vivo deja un rastro genético en el entorno. Una escama de pez en un río, el polen de una flor en el aire o una célula microscópica en el suelo contienen información valiosa sobre la biodiversidad que nos rodea. Con una simple muestra de agua, tierra o aire es posible identificar qué especies han estado presentes, incluso aquellas que resultan invisibles a simple vista.
A diferencia de los métodos tradicionales, el e-DNA no requiere manipular animales ni plantas, es mucho más sensible para detectar especies infrecuentes y, además, permite obtener resultados fiables en menos tiempo y con un coste más eficiente.
De la ciencia al terreno empresarial
Aunque pueda parecer una herramienta destinada únicamente a la investigación, el e-DNA ya se aplica en ámbitos muy concretos. Empresas del sector energético y minero lo utilizan para evaluar su impacto en zonas sensibles; en la agricultura permite conocer mejor la salud de los suelos y de los cultivos; y en conservación resulta clave para seguir el rastro de especies en peligro o invasoras que amenazan el equilibrio ecológico.
En un momento en el que gobiernos, consumidores e inversores exigen mayor transparencia ambiental, esta tecnología se convierte en un aliado estratégico para cualquier organización que desee demostrar con datos su compromiso con la sostenibilidad.
Beneficios claros para las empresas
Adoptar soluciones como el e-DNA tiene un impacto directo en la gestión empresarial. Por un lado, facilita el cumplimiento de las normativas ambientales, cada vez más estrictas. Al mismo tiempo, refuerza la reputación corporativa mostrando acciones concretas en sostenibilidad, un factor cada vez más valorado en el mercado.
Además, el e-DNA reduce tiempos y costes en comparación con los métodos tradicionales, minimiza riesgos al detectar problemas antes de que escalen y genera confianza en clientes, inversores y comunidades. En definitiva, convierte a la empresa en un actor proactivo frente a uno de los mayores retos de nuestro tiempo.
Hacia un futuro más sostenible
Los incendios de 2025 son una dolorosa advertencia sobre lo frágil que es la biodiversidad. Sin embargo, también nos recuerdan que contamos con herramientas científicas que nos permiten reaccionar y proteger la vida que aún permanece.
El análisis de ADN ambiental abre una nueva etapa en la medición y preservación de los ecosistemas. Y para las empresas, supone mucho más que cumplir con una regulación: representa la oportunidad de liderar el cambio hacia un futuro en el que desarrollo económico y protección del planeta caminen de la mano.
Porque cada especie cuenta. Y cada decisión empresarial también.




