Durante el 2023, el Día Mundial del suelo viene a reforzar la importancia de la sostenibilidad agrícola y la resiliencia medioambiental, enfocándose en la relación entre el suelo y el agua para destacar el uso responsable de ambos elementos cruciales para el desarrollo de la vida.
Frente a esto, en SGS demostramos nuestro compromiso para permitir infraestructuras, transportes e industrias más seguras, sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.


Además, la agroindustria en Chile genera anualmente aproximadamente 4.6 millones de toneladas de desechos sólidos orgánicos, según las cifras 2020 del Ministerio del Medio Ambiente. De este volumen, el 75% se destina a procesos como compostaje, producción de energía, incorporación al suelo y relleno sanitario, mientras que un 24% se emplea en la alimentación animal.
Sorprendentemente, solo el 1% de estos residuos sólidos orgánicos se reutiliza, destacando la necesidad imperante de fomentar prácticas más sostenibles y eficientes en la gestión de estos recursos en el país.
Vásquez nos menciona cómo impacta la gestión de los residuos en la salud del suelo, y por consecuencia, en la agroindustria. “Es importante llevar una correcta gestión de los residuos durante todo el proceso, desde la generación hasta la disposición final. Una gestión descuidada podría provocar la contaminación de suelos y aguas del lugar por la generación de lixiviados o incluso derrames de líquidos remanentes que percolan a través del suelo, contaminando el sector y disminuyendo su calidad y capacidad de mantener la fertilidad y cultivos. Otro ejemplo de una gestión ineficiente de los residuos es la liberación de material particulado orgánico o inorgánico que podría contaminar áreas extensas de suelo o cuerpos de agua.”
Es importante mencionar que existe una gran variedad de tipos de residuos orgánicos (RO) en el país y se agrupan principalmente en:
- Lodos sanitarios (biosólidos) provenientes del tratamiento de aguas servidas domiciliarias.
- Lodos y residuos de la agroindustria que contemplan residuos vegetales, estiércol, purines y lodos vegetales.
- Lodos provenientes de la industria de celulosa y los residuos de la industria maderera como aserrín y viruta.
- Residuos orgánicos municipales, como compost y residuos verdes.
La manipulación y almacenamiento de ciertos residuos orgánicos plantean desafíos significativos, generando una preocupación en diversos sectores productivos del país. Esto se debe a que los biosólidos pueden ser complejos de manejar y, además, pueden contener patógenos y metales. En consecuencia, su aplicación en suelos destinados a la producción de alimentos para el consumo humano o de forraje se presenta como una práctica más riesgosa en comparación con la utilización de lodos hortofrutícolas.
“Otro problema importante en relación con los contaminantes del suelo es la contaminación por pesticidas y fertilizantes químicos. Estos productos son ampliamente utilizados en la agricultura para controlar plagas y aumentar la productividad de los cultivos. Sin embargo, su uso excesivo puede resultar en una acumulación de sustancias tóxicas en el suelo, que pueden afectar negativamente a las plantas y al medio ambiente, además, la gestión inadecuada de los residuos agrícolas, como los restos de cultivos o el estiércol, puede contribuir a la contaminación del suelo”, complementa Valenzuela.
Frente a esto nos preguntamos ¿cómo pueden las empresas y los técnicos involucrarse activamente en la conservación del suelo y gestión responsable de residuos para promover sistemas más sostenibles?
Vásquez nos expresa que “existen varios pilares para promover la conservación del suelo y la gestión responsable de los residuos. Empezar por una educación y concientización de los actores en torno a las causas y efectos de la contaminación de los suelos, y en línea con lo mismo, el aporte de soluciones tecnológicas, sistemas de gestión y seguimiento, soluciones innovadoras y la colaboración entre las industrias, los organismos gubernamentales, las ONG y las universidades, entre otros, promueven la implementación de sistemas más sostenibles tanto en la gestión de los residuos como en el cuidado de las matrices ambientales.”
Por otro lado, Valenzuela nos indica que “las empresas pueden implementar prácticas sostenibles en sus operaciones diarias a través de la reducción del uso de pesticidas y fertilizantes químicos, impulsando la agricultura regenerativa y promoviendo la rotación de cultivos. Además, pueden invertir en tecnología y maquinaria amigables con el medio ambiente, como vehículos eléctricos o paneles solares, para disminuir la emisión de gases de efecto invernadero y minimizar el impacto ambiental. Asimismo, las compañías pueden apoyar proyectos de restauración de suelos degradados y colaborar con organizaciones medioambientales para promover una gestión sostenible de los recursos naturales.”
"De manera adicional, los técnicos pueden desempeñar un papel clave en la educación y asesoramiento sobre la conservación del suelo, proporcionando capacitaciones y talleres a las empresas para concientizar sobre la importancia de estas prácticas y enseñar técnicas apropiadas para la gestión de residuos, lo que les permitirá evaluar sus prácticas actuales y proponer medidas concretas para mejorar su sostenibilidad”, concluyó Ricardo.
La travesía hacia sistemas agroalimentarios sostenibles y resilientes se revela como un compromiso ineludible con la salud de nuestros suelos, delineando un horizonte donde la prosperidad económica y el bienestar ecológico convergen armoniosamente. Esto incluye la regulación y control eficaz de los residuos peligrosos, la promoción de prácticas de gestión ambientalmente responsables por parte de las industrias y la conciencia pública sobre los riesgos asociados con la contaminación del suelo.
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